Las normas ISO, definidas por su acrónimo, ISO (de las siglas en inglés, International Standarization Organization), son un modelo de normalización que se aplican en distintos campos y de forma unitaria en todo el mundo. En España, la delegación y el control de estas normas internacionales está avalada por la entidad AENOR.
Las normas ISO son, por lo tanto, unas fórmulas, modelos o patrones, que están relacionadas con la creación de productos o la gestión de servicios, y que tienen como objetivo principal la calidad y la estandarización.
Esta estandarización tiene un sentido muy práctico, ya que permite uniformizar una serie de parámetros de muchas clases distintas, con el fin de facilitar la vida de las personas. Un ejemplo práctico de esta estandarización es la de un enchufe que ha de conectar aparatos eléctricos en todo el mundo. Si no existiera un patrón de funcionamiento y de diseño único, cada país exigiría un tipo de enchufe determinado para poder utilizar sus equipos eléctricos y electrónicos, de forma que al cambiar de un país al otro no se podrían enchufar los aparatos. Las normas ISO permiten evitar, precisamente, este tipo de incompatibilidades.
Con el agua pasa exactamente lo mismo. Si las fórmulas de envasado y distribución no tuvieran un agua con ISO de calidad para diferentes estándares de envasado, producción y comercialización, habría aguas muy distintas en cuanto a formatos y calidades, lo que se vería directamente representado en una disminución de la calidad del agua, debido a los distintos requisitos y exigencias producidos.
Un estándar de agua con ISO de calidad representa un control pautado, que se somete a criterios externos, no influenciados por las empresas, y que son válidos tanto para el agua procedente de máquinas de agua, como para la que se puede beber en otra parte del mundo, correspondiente al mismo producto y a la misma norma.
Un agua con ISO de calidad es, por lo tanto, sinónimo de una norma de la excelencia.
