Agua, el atrayente atractivo de un imán químico


El agua tiene una cualidad que no resulta evidente a simple vista, pero que es inherente a su naturaleza química y en su consecuente capacidad para atraer a otros elementos.

Las moléculas de agua están formadas por la combinación de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Esta aparente desigualdad no resulta ningún inconveniente, al contrario, es precisamente la cualidad que confiere la mayoría de las singularidades de este fluido.

El átomo de hidrógeno extra tiene capacidad para atraer y fijarse a cualquier otro átomo que le permita equilibrar la energía de una molécula con desigualdad electromagnética natural.

Por esta razón, las moléculas de agua tienen la facultad de unirse con gran facilidad a otras sustancias y de arrastrarlas o dejarse llevar por ellas, en función de las cargas electromagnéticas de los átomos.

Esta cualidad la convierte en un disolvente perfecto, y por este motivo se la conoce como disolvente universal.

Gracias a dicha cualidad, por ejemplo, la sangre, que está compuesta básicamente por agua, puede arrastrar por la circulación sanguínea componentes químicos de distinta naturaleza que resultan vitales para el funcionamiento de los órganos y para la salud del organismo.

De esta forma, al beber agua se recarga el sistema de circulación químico del organismo, que permite la circulación fluida de los nutrientes esenciales para mantener la salud y bienestar del organismo.

 
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