La deshidratación que pueden sufrir los niños tiene consecuencias mucho más preocupantes que las equivalentes en los adultos, dado que las necesidades de agua de los más pequeños es mucho mayor, por lo que resulta esencial conseguir que se mantengan siempre lo suficientemente hidratados.
La deshidratación de los niños es bastante fácil de detecta: un síntoma evidente es la falta de babeo y la boca seca. Para saber si la boca del niño está seca, se puede palpar con mucho cuidado y con los dedos muy limpios.
Otro dato indicativo de una falta de hidratación es que cuando el niño llora saca muy pocas lágrimas o incluso ninguna. En situaciones más extremas, los ojos también se muestran hundidos, y la fontanela, a parte superior de la cabeza del bebé aún sin cerrar, también puede hundirse de forma significativa.
Asimismo, cuando el niño no ha orinado durante las últimas seis u ocho horas o si lo hace de forma que sus orines aparecen muy amarillos y con un olor penetrante, significa es que el bebé no a tomado agua suficiente. Evidentemente, los pañales son la referencia para conocer el estado de hidratación del niño. En los niños mayores, la ausencia de orina durante 10 o 12 horas es un síntoma claro de falta de hidratación.
En los niños más pequeños, también resulta importante observar su piel, de forma que si está seca es síntoma de deshidratación.
En cualquier caso, tanto en los niños pequeños como en los mayores, el letargo, la apatía para jugar, la irritabilidad sin motivo aparente o la fatiga e incluso los mareos son síntomas que también deben tenerse en cuenta.
El agua mineral que dispensan las fuentes de agua comercializadas por empresas como Agua Eden, resultan ideales no solo para hidratar adultos, como las máquinas que se instalan en las oficinas, sino también para hidratar a los niños, porque suele ofrecer aguas con bajas mineralizaciones.
Asimismo, además de las fuentes de agua de las oficinas, las fuentes instaladas en hospitales o centros de salud también evitan la deshidratación niños y bebés.
