Ósmosis inversa y calidad del agua más familiar


El agua que circula por la red de abastecimiento general de determinadas zonas de la geografía española presenta una dureza que la hace inadecuada para beber.

Las aguas duras tienen un cierto sabor a cal, y en unos casos, a metales, que puede resultar desagradable, de forma que los niños o ancianos por ejemplo, sean más reacios a beber, y, al no apetecerles el agua, dejen de hidratarse lo suficiente o adquieran la mala costumbre de beber en cantidades medias demasiado reducidas.

Las aguas duras producen concreciones que, como cálculos, resultan difíciles de tratar por el organismo, ya que se concentran de forma progresiva en los riñones y acaban depósitos que hay que eliminar y que perjudican gravemente la salud.

Por este motivo, el innovador pero ya muy extendido sistema de ósmosis inversa representa la solución más económica y con más garantías para mejorar la calidad de las aguas duras no solo en el trabajo, sino también en el entorno doméstico.

Además, el sistema de osmosis inversa no solo mejora las citadas cualidades organolépticas, es decir, el sabor y el olor, sino que consigue eliminar también metales pesados, detergentes, insecticidas, pesticidas y hasta nitratos que de forma accidental puedan circular, aunque sea en bajas concentraciones, por los sistemas de agua de abasto público.

De esta forma, la instalación de un filtro de osmosis inversa en el hogar, y en concreto en el grifo de la cocina, permite tener siempre a mano un agua de calidad, que además de para beber, también sirve para preparar biberones, dar a beber agua a los niños pequeños, hacer la comida, regar las plantas y limpiar los alimentos para eliminar impurezas y agentes patógenos; en definitiva toda una gama de funciones que pueden realizarse con un agua purificada de alto valor para la salud familiar.