Después de desarrollar una actvidad física intensa, aumenta la sensación de sed y, por lo tanto, la necesidad de beber agua, por lo que es importante hidratarse lo antes posible.
Sin embargo, la simple acción de tomar agua para calmar la sed no siempre significa que se esté realizando una hidratación correcta.
Al beber agua, se responde a un instinto que resulta del desequilibrio de sodio en el cuerpo. Con la aparición de la sed, hay una hormona denominada vasopresina o hormona antidiurética (ADH), que se activa, de forma que el cerebro recibe dicha desigualdad en la reserva de fluidos, con una serie de sensaciones añadidas, como la sequedad bucal o la disminución de la presión.
Al beber agua, se desactiva la reacción instintiva de la sed, pero eso no significa que la cantidad de agua que incorporada al cuerpo responda por completo al déficit sea la suficiente. En general, la sensación de sed se activa cuando situamos las reservas hídricas se encuentran en el 99% o el 98%.
así, se puede seguir teniendo carencias de agua después de beber y, sin embargo, dejar de tener sed. En la población con mayor riesgo de deshidratación, niños y ancianos, el instinto de la sed no se activa de la misma forma que en el resto de las personas adultas, ya que les cuesta más tener sensación de sed. Para estas personas, por lo tanto, tomar agua no resulta tan apremiante, y es justamente por esta razón por la que son más sensibles a la deshidratación, sin tener conciencia de ello.
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